Todo el Caribe en un Festival en Santiago de Cuba

Una vez al año, Santiago de Cuba se convierte en la capital del Caribe. Y no solo por ser la más caribeña de las ciudades cubanas debido a su ubicación geográfica. No. Otros motivos pesan más. Cada primera semana del mes de julio, Santiago es el centro del Caribe porque desde hace 36 años acoge, de manera ininterrumpida, el Festival del Caribe. Una cita que reúne, durante siete días, las expresiones de la cultura popular tradicional de nuestra región geográfica multilingüe, multiétnica y multicultural.

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También conocido como la Fiesta del Fuego, porque fuego le daban a los cañaverales los mambises en las luchas por la independencia; porque con el fuego se rebelaron los esclavos; porque el fuego es calor, es sol, es aguardiente, es tambor, es Santiago, es Caribe, este Festival se ha consolidado —al cabo de tres décadas— como el espacio donde los pueblos caribeños se identifican a sí mismos con un trasfondo cultural común.

Pero el Festival no es solo una fiesta, es, ante todo, gente. Mitos y ritos. Cada año el evento recibe cientos de visitantes de otras tierras, conscientes de que a pesar de la diversidad de razas, idiomas y costumbres hay un componente común en nuestras raíces.

La corneta china suena, los tambores retumban en las calles de la ciudad. Aún no es carnaval, pero Santiago de Cuba suda, baila, arrolla en la conga… Es el Festival del Caribe, es el canto de la sangre, es la vida que llama a que todos los pueblos sean uno.

El Caribe está presente, comienza, renace cada año…en las calles de Santiago de Cuba.

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Joel James Figarola, el creador del Festival

El evento múltiple más importante de la Isla, cuya filosofía es la defensa de la cultura popular y tradicional de los pueblos del Caribe, nació en 1981 rectorado por la Casa del Caribe y bajo la égida de Joel James Figarola, uno de los intelectuales más completos de la nación cubana. Su primer nombre fue Festival de las Artes Escénicas de origen Caribeño.

A partir de esa experiencia inicial se decidió que cada año el Festival estaría dedicado a un país de la región y desde ese entonces se ha rendido tributo a naciones del Caribe insular y continental como México, República Dominicana, Puerto Rico, Suriname, Colombia, Guyana, Venezuela, Brasil, Haití, Aruba, Antillas Holandesas, Trinidad y Tobago, la Mancomunidad de Las Bahamas, Martinica, el Caribe anglófono y francófono, Curazao, Pernambuco hasta sumar 36 homenajes, uno por cada edición del evento.

Desde sus inicios contó con la participación de importantes intelectuales del Caribe hispano parlante, de lengua inglesa y francófono, hombres de la talla de Luiz Suadóaz (Cuba), Argeliers León (Cuba), George Lamming (célebre escritor barbadense), Eraclio Zepeda (poeta y narrador), Juan Bosh (República Dominicana), Rafael Murillo (Honduras), Thiago de Mello (poeta de Brasil), Argeliers León (Cuba), Guillermo Orozco (Cuba), Marta Jean Claude (Puerto Príncipe, Haití), Miguel Barnet (Cuba), Roberto Fernández Retamar (Cuba), Víctor Villegas (República Dominicana), Gabriel García Márquez (Colombia), Barry Chevannes y Rex Nettleford (Jamaica), Doudou Diáne (sociólogo senegalés), Geraldine Chapló (California), entre otros.

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La Mpaka, principal emblema del Festival

Poco tiempo después de su surgimiento, la Casa del Caribe instituyó un premio de carácter internacional que se confiere a personalidades y agrupaciones que se destacan por su aporte al desarrollo de la cultura popular y tradicional: La Mpaka. Una distinción que para los africanos procedentes del Congo era un objeto ritual y oracular. La Mpaka es el principal emblema del Festival y se entrega a los representantes de cada país invitado.

La Fiesta del Fuego se desarrolla siempre en una fecha fija, del 3 al 9 de julio. Siete días, que son preámbulo del Carnaval santiaguero y donde la ciudad se convierte en una plaza de representaciones de las artes caribeñas.

Tradicionalmente, son varios los momentos cumbres del festival: el Desfile de la Serpiente, evento que abre el Festival; el coloquio internacional El Caribe que nos une, espacio fundamental para el desarrollo de talleres de religiosidad popular, música, narrativa oral, teatro popular; el homenaje a la Rebeldía Esclava, en la Loma del Cimarrón, del poblado El Cobre; y la Quema del Diablo, que despide hasta el próximo año el Festival.

A estas actividades se suman presentaciones de grupos folclóricos, talleres de religiones populares, música, danza, artes plásticas, poesía, encuentros de narrativa oral, galas, fiestas de tradiciones de los países que concurren al evento, las fiestas haitiana y antillana y ceremonias mágico-religiosas en la playa Juan González (Oda a Yemayá).

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Una red con el Caribe 

Con el paso de los años, la Fiesta del Fuego ha sobrevivido las adversidades e, incluso, a la ausencia física de su creador. Sin embargo, ha sabido mantenerse y legitimarse en el área como una fiesta de colectividades donde el Caribe se reconoce como único.

El Festival ha sido siempre defensor del papel de la cultura auténtica de mestizaje y síntesis en los procesos de integración, del patrimonio inmaterial y de una relación, al mismo tiempo, más global y más íntima entre los caribeños.

Desde hace más de 300 años, una de las expresiones culturales más importantes del Caribe es el carnaval. Y justo ahora, los pueblos caribeños han quedado enlazados por sus carnavales. Entre las múltiples acciones de hermandad que propician la Fiesta del Fuego estuvo la implementación de la Red de Carnavales del Caribe.

Durante la edición 35 del evento, tuvo lugar la primera de las reuniones plenarias con la presencia del historiador e investigador colombiano Alfonso Múnera, representantes de las delegaciones caribeñas, intelectuales y estudiosos de estas conocidas festividades tradicionales, multitudinarias y de gran arraigo popular.

La Red nació para propiciar intercambios de experiencias, iniciativas, conocimientos y saberes, así como para compartir las visiones y estrategias sobre políticas culturales en pos de fortalecer los carnavales como fiesta pública.

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El carnaval, motor de la economia

En el caso de Cuba, específicamente de Santiago, el carnaval se considera el suceso cultural más importante de la ciudad. La festividad impacta en toda la sociedad santiaguera, dinamiza la economía y pone en el centro de su atención todas las estructuras culturales y sociales.

Las famosas congas y comparsas santiagueras alborotan las calles de la urbe cada julio, después del Festival del Caribe. Como toda la ciudad, el carnaval en los últimos años se ha ampliado junto a los espacios públicos. No solo se realiza en las calles centrales, ahora también llega a los barrios de los distritos. La periferia se ha ido apropiando del carnaval y este se ha extendido a áreas que no forman parte de los anillos notables de la ciudad.

Esta Red de Carnavales, al decir de varios especialistas cubanos, “es una de las mejores cosas que le puede pasar al carnaval en Santiago porque le permite, desde una estructura de relacionamiento, del conocimiento popular y científico trascender las fronteras de la geografía santiaguera”.

Compartir con otras expresiones de la cultura popular, dialogar con otros actores locales del Caribe es una forma que posibilita una apertura mayor y va a poner al habla el saber popular con el académico.

La más reciente edición del Festival del Caribe, la número 36, estuvo dedicada a la cultura popular del Ecuador y contó con la participación de 21 delegados de Ecuador y más de 600 participantes de 22 países. Mientras, de Cuba, se presentaron alrededor de 2 000 artistas.

Con el tradicional canto ceremonial de entrada a Elegguá, que bendice a la ciudad y a todos los pueblos del Caribe, comenzó el popular y colorido Desfile de la Serpiente, que abre cada año el Festival del Caribe.

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Santiago, la ciudad más caribeña de Cuba  

Desde la Plaza de Marte hasta el Parque Céspedes y a todo lo largo de la calle Aguilera, desfilaron al compás de los tambores y la corneta china numerosas delegaciones portadoras de distintas tradiciones populares y manifestaciones artísticas.

Niños, narradores orales, jóvenes artistas, compañías de teatro y baile infantiles de la provincia, las steelbands del Cobre y Trinidad-Tobago, así como grupos folclóricos de Ciego de Ávila, Matanzas, Camagüey, Pinar del Río y Cienfuegos desfilaron junto a los artistas de varios países invitados como México, República Dominicana, Argentina, Colombia y Ecuador.

En esta ocasión, la Fiesta se desarrolló en más de 40 espacios de Santiago de Cuba y volvieron a ser de lujo sus actividades habituales : el Coloquio internacional El Caribe que nos une, las fiestas haitiana y antillana, y el homenaje a la rebeldía esclava.

La gala tradicional del País invitado de honor se convirtió una gala internacional de solidaridad con el pueblo andino, debido al terremoto que sacudió el noroeste de Ecuador en abril pasado.

Pero no fueron solamente las expresiones costumbristas y populares las protagonistas del intercambio y el debate, también las ceremonias mágico-religiosas como parte de la historia e idiosincrasia que nos une convergieron en la cita.

Cantos a los dioses de la religión yoruba, ritos como la Quema del Cimarrón, en homenaje a la rebeldía esclava, en el conjunto monumentario de El Cobre, así como la clausura con el desfile del fuego y la Quema del Diablo, ceremonia de origen haitiano liderada por sacerdotes del vudú donde — de cara a la bahía santiaguera —se prende fuego a un gran diablo como símbolo de purificación, mostraron el sincretismo de nuestras culturas, de un origen común.

Santiago, sin dudas, es la ciudad más caribeña de Cuba y aunque ya despidió a este Festival, el espacio y el diálogo existen para que, dentro de un año, vuelvan a unirse y consolidarse las expresiones de nuestros países.

La edición número 37 estará dedicada a Bonaire.