
Léna Blou. Un nombre y sobre todo un apellido (Blou que evoca el blues y el color azul en inglés), que muchos piensan que forman un seudónimo artístico, pero que son en realidad el verdadero nombre de la bailarina y coreógrafa guadalupeña. El público decidió que ne se podía separar su nombre de su apellido, el nombre artístico de la famosa bailarina se convirtió naturalmente en Lénablou.
Desde hace muchos años, Lénablou es una de las personas más importantes que representan la cultura de nuestra isla. Miles de niños (a partir de 4 años) y adultos ya vinieron a la escuela de danza que fundó en 1990 – el Centre de Danse et d’Études Chorégraphiques (Centro de Danza y Estudios coreográficos) – ubicada en el distrito del Assainissement en Pointe-à-Pitre. En el vestíbulo del centro, se hizo un árbol con las fotos de varias decenas de alumnos atadas a las ramas…
Durante este fin del año escolar, la escuela se había transformado en una colmena para la preparación del último espectáculo titulado “La Prophétie des Lucioles” (La Profecía de las Luciérnagas). Además, del 3 al 14 de julio, la escuela organiza su tradicional “Passeport Danse”, que es un gran éxito. Durante este curso de formación para la democratización del arte de la danza, lanzado en 2015, todo el mundo es bienvenido, independientemente de su sexo, de su edad, del tamaño de su cuerpo, de su color de piel, de su medio social, de su nivel en danza etc. “Se trata de vulgarizar la danza, romper los prejuicios contra este arte, de decir que la danza no se limita a una categoría de personas en la sociedad. Durante este tiempo, se caen las barreras, se crea una alquimia entre las personas, nos conocemos mejor y no hay ninguna obligación de montar un espectáculo. Bailamos al ritmo de todas las músicas”, explicó Lénablou, la directora del CEDC.
El CDEC como un vivero
Cada año, entre 250 y 300 alumnos (en su mayoría, niñas) son acogidos en el CDEC pero en los últimos años el número de personas registradas superó 400 al año. Algunos estudiantes alcanzaron un nivel muy alto en la disciplina y fueron admitidos en escuelas y compañías extranjeras de prestigio, otros ejercen profesiones en relación con el arte. Este fue el caso de : Léo Lérus (bailarín profesional en Israel), Yannis François (bailarín y cantante de ópera en Suiza), Cecilia Daninthe (bailarina profesional en los Estados Unidos), Élodie Paul (ex bailarina de la Compañía Béjart en Suiza, actualmente en el sector cinematográfico), Fabienne Marajó (directora de una escuela de baile en Martinica), Pascale Désiré (bailarina en París), Armelle Morton (diseñador después de haber estudiado para ser abogada) etc. “Todos son conscientes de sus raíces caribeñas, no tienen miedo de decir de dónde vienen, como fue el caso antes con las generaciones mayores. Son conscientes de sus riquezas guadalupeña y caribeña y quieren promoverlas”, dijo Lénablou con satisfacción.
Fue Jacqueline Cachemire-Thôle (una pionera de la danza gwoka y la fundadora de Akadémiduka) que enseño a Léna Blou a adorar la danza cuando tenía sólo 6 años. En efecto, maestra en Pointe-à-Pitre, ésa solía reunir a los niños pequeños de su clase el sábado por la tarde para enseñarles la danza gwoka; su marido Yves Thôle es un tambouyé (tocador de ka) muy conocido en la isla. Hasta que tuvo 17 años, Léna practicará la danza con esta gran dama de la cultura local. Luego continuará su aprendizaje con Jean Nanga (profesor de jazz moderno) y en diversos cursos de formación en Europa, en los EE.UU. y en el Caribe.
La danza como una misión
“Siempre fui muy clara en cuanto a la profesión que quería ejercer. La danza llegó a mí, yo no tenía que elegir. Creo que tengo un don para el arte, un don que me prestaron. Creo que cada uno de nosotros está en la tierra para hacer algo, cuando no lo sabemos, somos infelices. Hay personas (músicos, bailarines de grandes companías que conozco) que de repente cambian de vida para hacer otras cosas mientras que tenían una carrera brillante. Yo sé por qué estoy en la Tierra. Nada hasta ahora ha conseguido dañar mi pasión por la danza”, dijo Lénablou.
Al ser músico su padre, ella casi no encuentró problemas para que su familia aceptara su futura carrera de bailarina, sólo el aspecto financiero planteó algunos interrogantes… En Guadalupe, comenzó por estudiar para ser enfermera. En 1986 se fue a Francia y siguió ejerciendo en el hospital, pero al mismo tiempo, preparó un Diploma de Estudios Universitarios Generales (DEUG) en danza y un Título de Interpretación Coreográfica en Jazz en la Universidad de París Sorbona. “Eso era incomprensible para mí de bailar sin conocer mi cuerpo. Me hice enfermera para conocer la anatomía, el cuerpo humano y también para pagar mis estudios de danza en París. Cuando me gradué en la universidad, dejé de ser enfermera para dedicarme por completo a este arte”, dijo.
Una compañia para exportar el talento
No se puede hablar de Léna Blou sin evocar la compañía llamada Trilogie que fundó en 1995 y que le dio la oportunidad de trabajar para algunas creaciones con bailarines extranjeros como Shantala Shivalingappa (India), Dayron Napolès (Cuba), Vittorio Bertolli (Italia), Vitolio Jeune (Haití). Actualmente, además de Léna Blou, otros dos bailarines guadalupeños forman parte de la compañía : Stella Moutou y Jean-Luc Mégange, ambos profesores de baile en el CDEC. El trío volará el 18 de agosto a Barbados para participar en la 13ª edición de Carifesta.
Durante su carrera, Lénablou ya conoció a grandes bailarines procedentes de todo el mundo, pero tres grandes artistas la impresionaron mucho : Mikhail Baryshnikov, el ex bailarín de ballet ruso, naturalizado americano, por su gran técnica; Maurice Béjart, el bailarín y coreógrafo francés, nacionalizado suizo (1927-2007) y Alvin Ailey, bailarín y coreógrafo americano (1931-1989). Según Lénablou, estos últimos son “los dos únicos artistas en el mundo de la danza de fama mundial a los que podemos odiar, pero que no dejan a nadie indiferente por su talento. Cuando vemos sus creaciones, sólo podemos decir : Wahou”.
Cabe precisar que en 2003 la guadalupeña tuvo la oportunidad de realizar la coreografía de “El Rudra Béjart Ballet” (la escuela taller de Maurice Béjart) en el teatro Metropole en Suiza.
La “Techni’Ka” o la complejidad del gwoka
En 2005, la editorial Jasor publicó el libro de Lénablou titulado “Techni’Ka” (Recherches sur l’émergence d’une méthode d’enseignement à partir des danses Gwo-ka). Su carrera de bailarina y coreógrafa internacional entonces cobró una nueva dimensión. “Mi posición era defender la estética que viene de mi territorio. Es una isla pequeña, hay mucha predestinación. Conseguí exportar esta estética en todo el mundo (festivales, universidades, conservatorios, etc.). Hoy, los países me invitan para que dé conferencias, cursos sobre la Techni’Ka”, dijo la investigadora con orgullo.
Le tomó más de 20 años para desarrollar la Techni’Ka. Durante todo ese período, Lénablou fue en léwòz con el fin de analizar los pasos y los gestos de los bailarines, para tratar de entender y explicar esta famosa técnica. No se sentía muy desorientada porque el gwoka fue el primer baile que aprendió y practicó. Su conocimiento de la anatomía le permitió detectar los músculos de los bailarines que trabajaban, su conocimiento de la música le permitió escuchar expertamente los 7 ritmos del gwoka (Toumblak, Woulé, Padjenbèl, Menndé, Graj, Kaladja, Léwòz). Después de todas estas observaciones, pasó a la fase de prueba, enseñó varias técnicas, realizó coreografías, aquí en Guadalupe y en otros lugares.
“La Techni’Ka es el resultado de una gran reflexión. En la universidad, cuando empecé a aprender la historia de la danza, me fascinó descubrir, por ejemplo, el cambio de la estética de la danza, según las épocas… Pero había un vacío en estos conocimientos porque no había nada sobre las “danzas negras”. Decidí hacer esta investigación en el gwoka, esta hermosa danza que está vinculada a la historia de las plantaciones en mi isla, Guadalupe. Intuitivamente, yo estaba convencida de que había una complejidad y una tecnicidad en ella “, dijo la bailarina profesional.
El desequilibrio del “bigidi”
Un concepto importante es enfatizado en la Techni’Ka : el bigidi. Ciertas personas suponen que esta palabra viene del inglés, otras no expresan su opinión. Lo cierto es que nuestros padres utilizaban muchas veces esta palabra criolla para hablar de una persona (en general borracho) que estaba a punto de caerse al suelo…
“Los pasos del gwoka no tienen nombre, el nombre correspondía a los gestos. “Bigidi” es estar desequilibrado como es el caso del bailarín de gwoka; parece que va a caerse pero no toca el suelo. Digo a mis alumnos que no logran hacer el “bigidi” que piensen en los imprevistos de la vida, los momentos duros que debilitan… Hasta podemos pensar que es nuestra capacidad de resistir, de no derrumbarnos en los momentos difíciles para continuar viviendo, que quisieron recrear nuestros antepasados a través de esta danza. Somos seres “bigidantes”, explicó la investigadora.
Sin embargo, el gwoka (música y danza) es la traducción de la libertad de los esclavos, podemos preguntarnos si teorizándolo, codificándolo no es también una manera de encerrarlo, aunque sea para su aprendizaje. Lénablou dio esta respuesta: “Preservo el gwoka más de lo que pensamos. La noche del léwòz es para mí un espacio sagrado. A partir de esta matriz, muestro su estética. No muestro los pasos de baile en un léwòz, no enseño el alma del gwoka, enseño una técnica caribeño. Estoy en la creación. Además, les digo a mis alumnos que no les aprendo a bailar, les enseño una técnica, son ellos los que tienen que interpretarlo con sus propios sentimientos (…)”
Construir una escuela-patrimonio
Sin embargo, tras largos años de creación y transmisión a las generaciones futuras, la artista lamenta que nuestros responsables no tomen en consideración la cultura en su totalidad. En cuanto a la danza, ella dice que no hay ningún informe cifrado sobre la importancia económica de esta disciplina artística a nivel nacional. “Ser un bailarín no es reconocido como una profesión. En las escuelas, se “utiliza” más bien el profesor de deporte para enseñar la danza, pero no se contracta a un bailarín profesional. Cuando se solicita a un bailarín para representaciones, coreografías, conferencias por ejemplo, muy a menudo los que le invitan nunca le preguntan sus tarifas, consideran que esto es arte entonces no hay remuneración (…) Puedo realizar una coreografía para un cantante pero no percibiré derechos de autor. Sin embargo, hubo pasos positivos. Cada vez más, la gente nos reconoce por la calle, algunos nos miran con ojos llenos de admiración y nos piden autógrafos”, dijo Lénablou.
Desde este último enero, la coreógrafa libra otra batalla. En efecto, lanzó una campaña de recaudación de fondos en el Internet para construir nuevos locales para el CDEC. “Nunca vi Guadalupe como un país pequeño. Esta escuela será un patrimonio. Vamos a París para estudiar ballet, a los Estados Unidos para estudiar el jazz. Mi sueño sería que todo el mundo viniera aquí para aprender la Techni’Ka, como ya lo hicieron italianos, suizos, nigerianos, americanos, etc.”, concluyó Lénablou.